lunes, 7 de septiembre de 2009

Manhatta y Berlín. Sinfonía de una gran ciudad.




Un retrato de las grandes ciudades, poderosas, metálicas, consolidadas en pavimento.
En Manhatta nadie es más alto y emblemático que los rascacielos, esplendorosos, que como flechas quieren alcanzar al cielo.
Humo que decora el ambiente, que es hipnótico y que es la respiración de la ciudad.
Maquinarias el ferrocarril y las grúas que edifican, es la estética del acero y el movimiento, de la construcción, del invento.
Una ciudad en donde confluyen agua y aire. El agua es el reflejo, el movimiento de múltiples formas, una medio que transporta.
Conjunto decorativo que en la ciudad se vuelve singular: Puentes, rieles, barcos, ventanas, nubes, sol, relojes que nunca se detienen.
Nosotros somos seres diminutos delante de esas construcciones modernas edificios, conglomerados del poder económico, máquinas de trabajo y pensamiento, panales de hierro y de concreto.
Un rascacielos siempre será característico de una gran ciudad, cada vez más altos, cada vez más espectaculares, más desafiantes, con ellos es posible habitar las alturas. Todas estas estructuras vueltas emblema ya se han vuelto atractivo turístico: Nueva York, Dubay, Sao Paulo, México, Shanghai, Chicago (su origen) y abrieron con bombo y platillo el inicio de la modernidad y lo que ella inspiraba.
Con estos retratos es imposible no tener en cuenta a Richard Estes (1932) pintor realista que hizo múltiples vistas urbanas, de aparadores, edificios y autos en las cuales siempre está presente el reflejo al igual que en estos documentales en donde el agua es un elemento de proyección tanto del tiempo como del cambio.




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