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lunes, 7 de septiembre de 2009
Flaneur
Como todo espectáculo, la ciudad y sus calles, han hecho surgir a sus propios espectadores. Gente que entra y sale de ella, gente que vive permanentemente en ella. Es un espectador que pretende hacer su crónica partiendo de una admiración por el suceso cotidiano, pero sobre todo busca una vivencia, múltiples sensaciones que sólo ofrece el territorio urbano. Así lo describió Walter Benjamin: “Paisaje, eso es la ciudad para el flaneur. Se le abre como un paisaje y lo encierra como una habitación”.
Tanto el Flaneur y el Badau revelan la influencia que tiene la ciudad en cada persona y en colectivo. Cotidiana e inevitable es la interacción con la ciudad al salir de nuestra casa o lugar privado. Los sonidos, el movimiento sincrónico, el smog, los accidentes viales, el contraste de estructuras, los espectaculares; empiezan a formar parte de ese espectáculo que es parte de nuestra vida, de nuestra cultura urbana.
Las vivencias en la ciudad son sorpresivas, la ciudad es inesperada; tranquila, salvaje, amable, violenta, pero siempre en metamorfosis y moviéndose sin parar.
La lectura comenta que la sociedad francesa del siglo XIX llena de violencia (crímenes) captaba los sucesos a través de la prensa como medio popular. Esto no ha cambiado hasta ahora.
Asi el flaneur es un observador latente de lo que acontece en la ciudad, que se siente atraído por el nacimiento de una ciudad que va de la mano de la industria.
Esta masa o espectador siempre movida por la curiosidad, intenta buscar y formar parte del espectáculo gratuito y diario de la ciudad.
La calle también alimenta y es el espacio del ocio, del caminante sin prisa, a partir los boulevares franceses hechos para deambular, cada calle es un andador, un trayecto y se convierte en un espacio indudablemente psicológico en donde existen múltiples identidades.
En cuanto a las imágenes que exhibía la prensa, hago un paralelismo con la obra del pintor estadounidense Leon Golub (1922-2004) habitante de las grandes ciudades de Norteamérica como Chicago y Nueva York, así como de París.
Golub se desempeñó como un observador de los sucesos urbanos sobre todo los relacionados con cuestiones políticas, sociales y de abuso de poder.
Este papel de la prensa como cronista de los sucesos de la ciudad, recuerda a todos los periódicos amarillistas, un ejemplo es el periódico Alarma, que en su página de internet tiene secciones como “la foto que alarma” y “cadáveres”. Alarma es un periódico que se ha vuelto un clásico en cualquier puesto de periódicos. Es común ver a la gente parada horas y horas frente estos periódicos colgando en el puesto y leyendo las morbosas noticias.
Todo esto es un consumo en masa que hace que todos los hombres pertenezcan a una colectividad necesaria para tener otro tipo de identidad, paralela a la individual. Para formar parte de la maquinaria que da vitalidad y acción a las calles, partiendo de la contemplación.
Tanto el Flaneur y el Badau revelan la influencia que tiene la ciudad en cada persona y en colectivo. Cotidiana e inevitable es la interacción con la ciudad al salir de nuestra casa o lugar privado. Los sonidos, el movimiento sincrónico, el smog, los accidentes viales, el contraste de estructuras, los espectaculares; empiezan a formar parte de ese espectáculo que es parte de nuestra vida, de nuestra cultura urbana.
Las vivencias en la ciudad son sorpresivas, la ciudad es inesperada; tranquila, salvaje, amable, violenta, pero siempre en metamorfosis y moviéndose sin parar.
La lectura comenta que la sociedad francesa del siglo XIX llena de violencia (crímenes) captaba los sucesos a través de la prensa como medio popular. Esto no ha cambiado hasta ahora.
Asi el flaneur es un observador latente de lo que acontece en la ciudad, que se siente atraído por el nacimiento de una ciudad que va de la mano de la industria.
Esta masa o espectador siempre movida por la curiosidad, intenta buscar y formar parte del espectáculo gratuito y diario de la ciudad.
La calle también alimenta y es el espacio del ocio, del caminante sin prisa, a partir los boulevares franceses hechos para deambular, cada calle es un andador, un trayecto y se convierte en un espacio indudablemente psicológico en donde existen múltiples identidades.
En cuanto a las imágenes que exhibía la prensa, hago un paralelismo con la obra del pintor estadounidense Leon Golub (1922-2004) habitante de las grandes ciudades de Norteamérica como Chicago y Nueva York, así como de París.
Golub se desempeñó como un observador de los sucesos urbanos sobre todo los relacionados con cuestiones políticas, sociales y de abuso de poder.
Este papel de la prensa como cronista de los sucesos de la ciudad, recuerda a todos los periódicos amarillistas, un ejemplo es el periódico Alarma, que en su página de internet tiene secciones como “la foto que alarma” y “cadáveres”. Alarma es un periódico que se ha vuelto un clásico en cualquier puesto de periódicos. Es común ver a la gente parada horas y horas frente estos periódicos colgando en el puesto y leyendo las morbosas noticias.
Todo esto es un consumo en masa que hace que todos los hombres pertenezcan a una colectividad necesaria para tener otro tipo de identidad, paralela a la individual. Para formar parte de la maquinaria que da vitalidad y acción a las calles, partiendo de la contemplación.
Walkscapes 1
Estamos establecidos en ciertos lugares por un pasado nómada y sedentario.
La historia nómada es un relato que se mueve por el afán de descubrimiento. Es inevitable que el hombre no vaya y venga de diferentes lugares sin que esto le traiga experiencias nuevas que incluso llegan a cambiar su forma de ser. Son adaptaciones que hacemos como los animales a distintas circunstancias a partir de un afán de descubrir pero también con el afán de sobrevivir y de obtener ciertas necesidades vitales.
Así como el menhir, hoy pienso que los nuestros, a parte de ser construcciones arquitectónicas son todas las señales de tránsito que están a nuestro alrededor y como ellas lo dicen; indican, señalan, marcan los espacios.
La historia nómada es un relato que se mueve por el afán de descubrimiento. Es inevitable que el hombre no vaya y venga de diferentes lugares sin que esto le traiga experiencias nuevas que incluso llegan a cambiar su forma de ser. Son adaptaciones que hacemos como los animales a distintas circunstancias a partir de un afán de descubrir pero también con el afán de sobrevivir y de obtener ciertas necesidades vitales.
Así como el menhir, hoy pienso que los nuestros, a parte de ser construcciones arquitectónicas son todas las señales de tránsito que están a nuestro alrededor y como ellas lo dicen; indican, señalan, marcan los espacios.
Identifican los lugares recorridos y los que todavía están por recorrer.
“Alto”, “Peligro”, “No hay paso” son señalamientos que nos hacen conocer el territorio; que nos van llevando o guiando en nuestros trayectos. Muchas veces colocadas para evitar que nos perdamos o para salvarse de cualquier peligro. Peligros que están latentes en cualquier ciudad que se quiera conocer. Son objetos situados con un lenguaje, a diferencia del menhir, universal, descifrable, aunque recurrentemente los ignoremos. Ellas forman parte de las estructuras de la ciudad en postes, anuncios que forman una cadena, como si se tratara de uno de los tantos lenguajes que surgen en una ciudad, así como lo fue en su origen el menhir.
“Alto”, “Peligro”, “No hay paso” son señalamientos que nos hacen conocer el territorio; que nos van llevando o guiando en nuestros trayectos. Muchas veces colocadas para evitar que nos perdamos o para salvarse de cualquier peligro. Peligros que están latentes en cualquier ciudad que se quiera conocer. Son objetos situados con un lenguaje, a diferencia del menhir, universal, descifrable, aunque recurrentemente los ignoremos. Ellas forman parte de las estructuras de la ciudad en postes, anuncios que forman una cadena, como si se tratara de uno de los tantos lenguajes que surgen en una ciudad, así como lo fue en su origen el menhir.
Manhatta y Berlín. Sinfonía de una gran ciudad.
Un retrato de las grandes ciudades, poderosas, metálicas, consolidadas en pavimento.
En Manhatta nadie es más alto y emblemático que los rascacielos, esplendorosos, que como flechas quieren alcanzar al cielo.
Humo que decora el ambiente, que es hipnótico y que es la respiración de la ciudad.
Maquinarias el ferrocarril y las grúas que edifican, es la estética del acero y el movimiento, de la construcción, del invento.
Una ciudad en donde confluyen agua y aire. El agua es el reflejo, el movimiento de múltiples formas, una medio que transporta.
Conjunto decorativo que en la ciudad se vuelve singular: Puentes, rieles, barcos, ventanas, nubes, sol, relojes que nunca se detienen.
Nosotros somos seres diminutos delante de esas construcciones modernas edificios, conglomerados del poder económico, máquinas de trabajo y pensamiento, panales de hierro y de concreto.
Un rascacielos siempre será característico de una gran ciudad, cada vez más altos, cada vez más espectaculares, más desafiantes, con ellos es posible habitar las alturas. Todas estas estructuras vueltas emblema ya se han vuelto atractivo turístico: Nueva York, Dubay, Sao Paulo, México, Shanghai, Chicago (su origen) y abrieron con bombo y platillo el inicio de la modernidad y lo que ella inspiraba.
Con estos retratos es imposible no tener en cuenta a Richard Estes (1932) pintor realista que hizo múltiples vistas urbanas, de aparadores, edificios y autos en las cuales siempre está presente el reflejo al igual que en estos documentales en donde el agua es un elemento de proyección tanto del tiempo como del cambio.
En Manhatta nadie es más alto y emblemático que los rascacielos, esplendorosos, que como flechas quieren alcanzar al cielo.
Humo que decora el ambiente, que es hipnótico y que es la respiración de la ciudad.
Maquinarias el ferrocarril y las grúas que edifican, es la estética del acero y el movimiento, de la construcción, del invento.
Una ciudad en donde confluyen agua y aire. El agua es el reflejo, el movimiento de múltiples formas, una medio que transporta.
Conjunto decorativo que en la ciudad se vuelve singular: Puentes, rieles, barcos, ventanas, nubes, sol, relojes que nunca se detienen.
Nosotros somos seres diminutos delante de esas construcciones modernas edificios, conglomerados del poder económico, máquinas de trabajo y pensamiento, panales de hierro y de concreto.
Un rascacielos siempre será característico de una gran ciudad, cada vez más altos, cada vez más espectaculares, más desafiantes, con ellos es posible habitar las alturas. Todas estas estructuras vueltas emblema ya se han vuelto atractivo turístico: Nueva York, Dubay, Sao Paulo, México, Shanghai, Chicago (su origen) y abrieron con bombo y platillo el inicio de la modernidad y lo que ella inspiraba.
Con estos retratos es imposible no tener en cuenta a Richard Estes (1932) pintor realista que hizo múltiples vistas urbanas, de aparadores, edificios y autos en las cuales siempre está presente el reflejo al igual que en estos documentales en donde el agua es un elemento de proyección tanto del tiempo como del cambio.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Francis Alÿs
Como arquitecto que construye, pero sobre todo comprende el espacio, Alys nos invita a un recorrido del espacio urbano en el que suceden actos cotidianos que no son tan cotidianos y que forman el lenguaje de una ciudad. Empujar un bloque congelado, un juguete, un arma en la mano, la basura invasora, un perro callejero, la sombra de una bandera monumental.
La herramienta de descubrimiento para él es la caminata, el andar; esta es igual a una experiencia de invención en donde el paisaje urbano nos ofrece múltiples posibilidades de relación y significados.
Este andar es siempre buscando la vivencia citadina, lo ha hecho en Nueva York, Londres y desde los ochentas en México.
La ciudad de México ha significado para el artista su lugar de trabajo, un laboratorio, su fuente y referencia.
En Alys un recorrido, trayecto o caminata es el inicio de una experiencia que va desencadenando una percepción, una configuración tanto del que recorre como de lo recorrido, comentando: “Cada una de mis intervenciones es otro fragmento de la historia que estoy inventando, de la ciudad que estoy componiendo”. Sonidos, colores, el trato con la gente, todo esto parte de una realidad única en la ciudad de Mexico. A través del recorrido Alÿs va dejado de ser un extranjero, pues como tal recorre, conoce, penetra, escucha, interpreta a partir de la vivencia personal en el contacto inmediato.
Como extranjero ha optado por merodear, entrometerse en la dinámica de una ciudad diferente, sentirse adoptado por ella. (Recordemos la foto en donde él con título de turista está en medio de dos trabajadores de plomería y pintura.
A parte de ser arquitecto y artista es peatón. La ciudad nos exige que adoptemos esta profesión pues hay cuestiones sociales, políticas, económicas, culturales y psicológicas que vivimos y por lo tanto como espectadores debemos reflexionar. Estas realidades intervienen en nosotros y viceversa. Son “Realidades móviles” como él las ha nombrado que al igual que un recorrido se mueven en múltiples direcciones.
La herramienta de descubrimiento para él es la caminata, el andar; esta es igual a una experiencia de invención en donde el paisaje urbano nos ofrece múltiples posibilidades de relación y significados.
Este andar es siempre buscando la vivencia citadina, lo ha hecho en Nueva York, Londres y desde los ochentas en México.
La ciudad de México ha significado para el artista su lugar de trabajo, un laboratorio, su fuente y referencia.
En Alys un recorrido, trayecto o caminata es el inicio de una experiencia que va desencadenando una percepción, una configuración tanto del que recorre como de lo recorrido, comentando: “Cada una de mis intervenciones es otro fragmento de la historia que estoy inventando, de la ciudad que estoy componiendo”. Sonidos, colores, el trato con la gente, todo esto parte de una realidad única en la ciudad de Mexico. A través del recorrido Alÿs va dejado de ser un extranjero, pues como tal recorre, conoce, penetra, escucha, interpreta a partir de la vivencia personal en el contacto inmediato.
Como extranjero ha optado por merodear, entrometerse en la dinámica de una ciudad diferente, sentirse adoptado por ella. (Recordemos la foto en donde él con título de turista está en medio de dos trabajadores de plomería y pintura.
A parte de ser arquitecto y artista es peatón. La ciudad nos exige que adoptemos esta profesión pues hay cuestiones sociales, políticas, económicas, culturales y psicológicas que vivimos y por lo tanto como espectadores debemos reflexionar. Estas realidades intervienen en nosotros y viceversa. Son “Realidades móviles” como él las ha nombrado que al igual que un recorrido se mueven en múltiples direcciones.
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